El día 10 de octubre de 1952 quedó grabado para siempre en mi recuerdo y en el corazón de mi pueblo. A pesar del tiempo transcurrido, aún me parece estar sentado frente a la escalera de nuestra vetusta Iglesia de Santo Domingo, escuchando lleno de emoción, las notas maravillosas de su Sinfonía "Independencia", interpretada por la Orquesta Filarmónica de la Habana y dirigida por el propio Nugué.
Tal vez algún día, cuando nuestra Patria sea liberada de las garras sangrientas del comunismo, podamos nosotros o las futuras generaciones, sentarnos frente a la soberbia fachada de nuestra iglesia de Santo Domingo para volver a escuchar los bellos acordes de su música.
Su producción musical fue prolífera. En el año 1944 había estrenado su marcha "Pepe Antonio" como homenaje al héroe de nuestra Villa. El 28 de enero de 1953 presentó en el Teatro Auditórium en el Vedado su ballet "Versos Sencillos", en homenaje a José Martí, cuyo centenario se celebraba en toda la América.
En una mañana fría, el día 23 de febrero de 1967, en compañía de mi amigo Carlos López, nos dirigimos al apartamento de Nugué, que estaba situado en la parte alta de Manhattan, para darle la sorpresa de nuestra visita. Encontramos a Nugué ya enfermo, pero con su espíritu juvenil siempre cargado de sueños. Ese día le leí un poema escrito por él en el Liceo de Guanabacoa en el año de 1953 y que muy gentilmente me había dedicado. Nugué recibió una gran alegría al leer ese poema que estaba escrito en papel timbrado del Liceo y que pude salvar enviándolo por correos, antes de salir de Cuba, a familiares que ya vivían en este país.
Esa fue la última vez que vi a Nugué, al que siempre recordaré como un verdadero amigo y como una de las verdaderas glorias de nuestro pueblo. Nugué dedicó mucho de su valioso y ocupado tiempo difundiendo sus conocimientos a una juventud ávida de nuevos horizontes intelectuales y cautivó a todo un pueblo con su música maravillosa. La obra musical y poética de Francisco Nugué fue extensa y confío en que su autor o sus familiares, la hayan podido salvar de la destrucción comunista.
Una de sus más bellas poesías, “Mis Calles”, nos traslada espiritual y visualmente a un recorrido maravilloso por nuestras calles coloniales. Con la siguiente estrofa finaliza su poema:
“Las noches que a solas en silencio hablamos,
Parece que el alma se incrusta en tus piedras…
Las piedras que un día serán el descanso,
De aquél que a la Virgen devoto le ruega,
Que un día en mis calles por siempre me duerma…”
Repitiendo sus ruegos, le pedimos a la Virgen que algún día, cuando nuestra estrella solitaria brille con todo su esplendor en una Cuba libre y soberana, puedan los restos de Nugué dormir cristianamente en sus calles, como él lo soñara en su hermosa poesía.