La demagogia y la mentira son las armas preferidas del sistema comunista para impresionar y engañar a los ignorantes. Culpan de sus errores e incapacidades a los que no comparten sus ideas y los tildan de enemigos.
El gobierno cubano responsabiliza a los Estados Unidos de lo que llama demagógicamente “embargo”, que según ellos ha ocasionado la absoluta carencia de productos esenciales que por más de cincuenta años el pueblo cubano ha estado sufriendo.
¿Cuál es realmente el embargo…?
Desde los inicios de la era comunista, - y esta es la verdadera historia del comienzo del llamado “embargo”-, el gobierno cubano se negó a adquirir productos de los Estados Unidos. Todas las transacciones comerciales se efectuaban con las naciones del bloque comunista, que comenzaron a enviar camiones, especialmente para el ejercito, ómnibus, equipos pesados que eran inoperantes en Cuba y productos alimenticios que nadie quería consumir por su ínfima calidad, todos producidos en la Unión Soviética y demás países que en esa época estaban bajo el dominio ruso y que años después lograron liberarse valientemente del yugo comunista.
Por vez primera comenzaron a formarse largas filas de ciudadanos, en espera paciente, con la esperanza de poder alcanzar un pedazo de pan o unas pocas latas de alimentos. La leche, indispensable para la alimentación de los niños, desapareció del mercado. Un país que se autoabastecía plenamente de todas sus necesidades alimenticias, tuvo que mendigar diariamente la cuota que el gobierno comunista le asignaba. Hasta el azúcar, que en un pasado Cuba abastecía el mercado mundial, se esfumó de la mesa cubana. Antes de la era comunista, nuestra producción agropecuaria proveía con plenitud el consumo de dichos productos. La ganadería sufrió los mismos daños. El cubano tuvo que olvidarse de la carne de res, de cerdo y avícola.
La destrucción de Cuba es evidente en su economía y en todos los aspectos de la vida cubana. Es visible en la total destrucción de la arquitectura. La que fuera la hermosa Habana , modelo exitoso de una próspera economía en pleno desarrollo, hoy es un reflejo del recuerdo de las ciudades europeas destruidas durante la Segunda Guerra Mundial. Las vías de comunicación, calles, carreteras, túneles, edificios y ciudades enteras, muestran el fracaso del sistema comunista.
En muy poco tiempo lograron deshacer la creciente economía cubana. Y después de más de cincuenta años de dominio comunista, lo único que han logrado ofrecerle al pueblo cubano es el hambre, la miseria y las cárceles infernales para los que se atrevan a criticar el infame gobierno imperante.
En la Cuba comunista todos los medios de comunicación, la radio, la televisión y la prensa son órganos oficiales del gobierno, donde se producen solamente las noticias favorables al sistema y a sus gobernantes y todo lo negativo al sistema norteamericano. En cada cuadra un Comité de la Revolución vigila, noche y día, todas las actividades de la población. El pueblo no tiene ni siquiera la oportunidad de reunirse para comentar la actualidad nacional. Todo es planificado y organizado por miembros del partido comunista, que son los amos y señores de todas las actividades públicas y sociales.
El gobierno cubano responsabiliza a los Estados Unidos de lo que llama demagógicamente “embargo”, que según ellos ha ocasionado la absoluta carencia de productos esenciales que por más de cincuenta años el pueblo cubano ha estado sufriendo.
¿Cuál es realmente el embargo…?
Desde los inicios de la era comunista, - y esta es la verdadera historia del comienzo del llamado “embargo”-, el gobierno cubano se negó a adquirir productos de los Estados Unidos. Todas las transacciones comerciales se efectuaban con las naciones del bloque comunista, que comenzaron a enviar camiones, especialmente para el ejercito, ómnibus, equipos pesados que eran inoperantes en Cuba y productos alimenticios que nadie quería consumir por su ínfima calidad, todos producidos en la Unión Soviética y demás países que en esa época estaban bajo el dominio ruso y que años después lograron liberarse valientemente del yugo comunista.
Por vez primera comenzaron a formarse largas filas de ciudadanos, en espera paciente, con la esperanza de poder alcanzar un pedazo de pan o unas pocas latas de alimentos. La leche, indispensable para la alimentación de los niños, desapareció del mercado. Un país que se autoabastecía plenamente de todas sus necesidades alimenticias, tuvo que mendigar diariamente la cuota que el gobierno comunista le asignaba. Hasta el azúcar, que en un pasado Cuba abastecía el mercado mundial, se esfumó de la mesa cubana. Antes de la era comunista, nuestra producción agropecuaria proveía con plenitud el consumo de dichos productos. La ganadería sufrió los mismos daños. El cubano tuvo que olvidarse de la carne de res, de cerdo y avícola.
La destrucción de Cuba es evidente en su economía y en todos los aspectos de la vida cubana. Es visible en la total destrucción de la arquitectura. La que fuera la hermosa Habana , modelo exitoso de una próspera economía en pleno desarrollo, hoy es un reflejo del recuerdo de las ciudades europeas destruidas durante la Segunda Guerra Mundial. Las vías de comunicación, calles, carreteras, túneles, edificios y ciudades enteras, muestran el fracaso del sistema comunista.
En muy poco tiempo lograron deshacer la creciente economía cubana. Y después de más de cincuenta años de dominio comunista, lo único que han logrado ofrecerle al pueblo cubano es el hambre, la miseria y las cárceles infernales para los que se atrevan a criticar el infame gobierno imperante.
En la Cuba comunista todos los medios de comunicación, la radio, la televisión y la prensa son órganos oficiales del gobierno, donde se producen solamente las noticias favorables al sistema y a sus gobernantes y todo lo negativo al sistema norteamericano. En cada cuadra un Comité de la Revolución vigila, noche y día, todas las actividades de la población. El pueblo no tiene ni siquiera la oportunidad de reunirse para comentar la actualidad nacional. Todo es planificado y organizado por miembros del partido comunista, que son los amos y señores de todas las actividades públicas y sociales.