“Honrar honra.” - José Martí
El 27 de enero representantes de casi todas las organizaciones sociales y culturales de Guanabacoa, entre ellas el Liceo Artístico y Literario, la Logia Masónica “Hijos de la Luz”, la Logia Ajefista “Rafael J. Reyes”, miembros del “Casino Español”, de la “Sociedad Progreso”, de la “Alianza Juvenil”, del “Club de Leones”, del “Club Rotario” y algunos representantes del Ayuntamiento, se reunían frente a la estatua de José Martí en el Parque Central, esperando las 12 de la noche para celebrar el nacimiento de nuestro Apóstol. Algunos disertadores elogiaban la obra y la memoria del Apóstol y se colocaban las primeras ofrendas florales junto a su sencillo busto.
A la mañana siguiente, 28 de enero, el pueblo despertaba con sonidos de tambores y trompetas, que sorprendían la habitual tranquilidad matutina de Guanabacoa. Con las bandas de música de los colegios, seguidas de los estudiantes, que enarbolando nuestra hermosa bandera marchaban marcialmente, se iniciaba el desfile anual en que participaban todos los colegios y organizaciones de la Villa de Pepe Antonio.
La estatua de Martí, regalo de la Logia Masónica “Hijos de la Luz” al pueblo de Guanabacoa, se levantaba discretamente en el Parque Central en la intersección de las calles Martí y Pepe Antonio. Los colegios y organizaciones colocaban coronas de flores alrededor de la estatua, mientras el pueblo entusiasmado, se acumulaba en el parque y en las aceras por donde transcurría el desfile.
La tímida brisa invernal de nuestras mañanas de enero refrescaba el ambiente lleno de emoción y patriotismo, mientras los estudiantes marchaban luciendo sus bellos uniformes.
Siempre era esperada la presencia de las “Escuelas Pías” con su nutrida representación estudiantil, que marchando airosos, exhibían sus costosos trajes de gala y sus guantes blancos, que resaltaban sobre el color azul oscuro de sus vestimentas. Pero al final, como olvidados, le seguían los alumnos pobres del mismo plantel con diferentes uniformes, que si bien recibían gratuitamente la misma calidad de enseñanza y disciplina dispensada a los otros estudiantes, eran segregados del cuerpo oficial ocupando aulas diferentes y posiciones separadas en los desfiles. Bien hubiera podido ese colegio católico, holgado económicamente, haber vestido con el mismo atuendo y reunido en las mismas aulas a todos sus estudiantes para no crear distinciones.
Al final del imponente desfile era obligada la visita al Liceo Artístico y Literario que recibía al inmenso público con sus ventanales abiertos, para que todos pudieran admirar la tribuna desde donde Martí, en cinco ocasiones, deleitó con su verbo a nuestro pueblo.
Después, la Logia Masónica “Hijos de la Luz” y la Logia Ajefista “Rafael J. Reyes”, se
encaminaban hacia la residencia de Gerardo Castellanos, nuestro historiador, que fuera amigo y emisario personal de Martí en peligrosas encomiendas.
El glorioso mambí recibía a los visitantes en su “Celda de Paz y Luz”, como llamaba a su estudio cargado de libros y allí entre recuerdos, gestionando esas manos que habían esgrimido el machete redentor y estrechado la mano de Martí, brindaba sus charlas interesantes, que hacían revivir hazañas heroicas de nuestra Guerra de Independencia. La figura legendaria, que era parte viviente de nuestra historia, hacía acrecentar con su palabra el amor eterno a la patria en el sentimiento de todos los que le escuchaban.
Así era Guanabacoa, llena de recuerdos de nuestro heroico pasado, cuando palpitaba bien profunda, como la sentimos hoy, la lealtad e identificación con las raíces que nos atan a las generaciones que nos han precedido, a nuestros padres, a nuestros abuelos, a nuestros bisabuelos, que habitaron en ese inolvidable pedazo de nuestra Cuba y nos transmitieron su amor a la patria. A ellos va todo nuestro agradecimiento y cariño, por habernos hecho herederos de tanta riqueza espiritual e histórica.
Así era Guanabacoa, hasta que el comunismo llegó para destruir lo que constituía la riqueza del pueblo, nuestro pasado, nuestra historia, nuestro derecho a expresarnos libremente en acción y en pensamiento. Y no solo se contentaron con destruir nuestra libertad, sino que se ensañaron en nuestra juventud, asesinando en el paredón tantas vidas jóvenes y valiosas de nuestro pueblo, mientras los “amigos” de América, indiferentes, cerraban sus ojo y oídos”.
Pero mantengamos por siempre los recuerdos de nuestro ayer y transfirámoslos a nuestros hijos, a nuestros nietos para que no mueran jamás. Recordemos por siempre cuando Guanabacoa era un pueblo feliz, que vivía con las puertas de sus casas siempre abiertas, escuchando la risa alegre de los niños que jugaban sin temor en las calles. Roguemos al Señor, que algún día no lejano, vuelvan otra vez a escucharse en nuestras calles, ya libre de la odiosa vigilancia comunista, esas risas infantiles vibrando llenas de alegría, de amor y de inocencia.
El 27 de enero representantes de casi todas las organizaciones sociales y culturales de Guanabacoa, entre ellas el Liceo Artístico y Literario, la Logia Masónica “Hijos de la Luz”, la Logia Ajefista “Rafael J. Reyes”, miembros del “Casino Español”, de la “Sociedad Progreso”, de la “Alianza Juvenil”, del “Club de Leones”, del “Club Rotario” y algunos representantes del Ayuntamiento, se reunían frente a la estatua de José Martí en el Parque Central, esperando las 12 de la noche para celebrar el nacimiento de nuestro Apóstol. Algunos disertadores elogiaban la obra y la memoria del Apóstol y se colocaban las primeras ofrendas florales junto a su sencillo busto.
A la mañana siguiente, 28 de enero, el pueblo despertaba con sonidos de tambores y trompetas, que sorprendían la habitual tranquilidad matutina de Guanabacoa. Con las bandas de música de los colegios, seguidas de los estudiantes, que enarbolando nuestra hermosa bandera marchaban marcialmente, se iniciaba el desfile anual en que participaban todos los colegios y organizaciones de la Villa de Pepe Antonio.
La estatua de Martí, regalo de la Logia Masónica “Hijos de la Luz” al pueblo de Guanabacoa, se levantaba discretamente en el Parque Central en la intersección de las calles Martí y Pepe Antonio. Los colegios y organizaciones colocaban coronas de flores alrededor de la estatua, mientras el pueblo entusiasmado, se acumulaba en el parque y en las aceras por donde transcurría el desfile.
La tímida brisa invernal de nuestras mañanas de enero refrescaba el ambiente lleno de emoción y patriotismo, mientras los estudiantes marchaban luciendo sus bellos uniformes.
Siempre era esperada la presencia de las “Escuelas Pías” con su nutrida representación estudiantil, que marchando airosos, exhibían sus costosos trajes de gala y sus guantes blancos, que resaltaban sobre el color azul oscuro de sus vestimentas. Pero al final, como olvidados, le seguían los alumnos pobres del mismo plantel con diferentes uniformes, que si bien recibían gratuitamente la misma calidad de enseñanza y disciplina dispensada a los otros estudiantes, eran segregados del cuerpo oficial ocupando aulas diferentes y posiciones separadas en los desfiles. Bien hubiera podido ese colegio católico, holgado económicamente, haber vestido con el mismo atuendo y reunido en las mismas aulas a todos sus estudiantes para no crear distinciones.
Al final del imponente desfile era obligada la visita al Liceo Artístico y Literario que recibía al inmenso público con sus ventanales abiertos, para que todos pudieran admirar la tribuna desde donde Martí, en cinco ocasiones, deleitó con su verbo a nuestro pueblo.
Después, la Logia Masónica “Hijos de la Luz” y la Logia Ajefista “Rafael J. Reyes”, se
encaminaban hacia la residencia de Gerardo Castellanos, nuestro historiador, que fuera amigo y emisario personal de Martí en peligrosas encomiendas.
El glorioso mambí recibía a los visitantes en su “Celda de Paz y Luz”, como llamaba a su estudio cargado de libros y allí entre recuerdos, gestionando esas manos que habían esgrimido el machete redentor y estrechado la mano de Martí, brindaba sus charlas interesantes, que hacían revivir hazañas heroicas de nuestra Guerra de Independencia. La figura legendaria, que era parte viviente de nuestra historia, hacía acrecentar con su palabra el amor eterno a la patria en el sentimiento de todos los que le escuchaban.
Así era Guanabacoa, llena de recuerdos de nuestro heroico pasado, cuando palpitaba bien profunda, como la sentimos hoy, la lealtad e identificación con las raíces que nos atan a las generaciones que nos han precedido, a nuestros padres, a nuestros abuelos, a nuestros bisabuelos, que habitaron en ese inolvidable pedazo de nuestra Cuba y nos transmitieron su amor a la patria. A ellos va todo nuestro agradecimiento y cariño, por habernos hecho herederos de tanta riqueza espiritual e histórica.
Así era Guanabacoa, hasta que el comunismo llegó para destruir lo que constituía la riqueza del pueblo, nuestro pasado, nuestra historia, nuestro derecho a expresarnos libremente en acción y en pensamiento. Y no solo se contentaron con destruir nuestra libertad, sino que se ensañaron en nuestra juventud, asesinando en el paredón tantas vidas jóvenes y valiosas de nuestro pueblo, mientras los “amigos” de América, indiferentes, cerraban sus ojo y oídos”.
Pero mantengamos por siempre los recuerdos de nuestro ayer y transfirámoslos a nuestros hijos, a nuestros nietos para que no mueran jamás. Recordemos por siempre cuando Guanabacoa era un pueblo feliz, que vivía con las puertas de sus casas siempre abiertas, escuchando la risa alegre de los niños que jugaban sin temor en las calles. Roguemos al Señor, que algún día no lejano, vuelvan otra vez a escucharse en nuestras calles, ya libre de la odiosa vigilancia comunista, esas risas infantiles vibrando llenas de alegría, de amor y de inocencia.